Pensando sobre el tema de la huella, mi mente siempre se encamina a un mismo enigma, la huella que produce un cuerpo en un estado sobre otro en estado diferente, de esta forma se me ocurren multitud de combinaciones interesantes:
- Sólido sobre líquido o viceversa,
- Acústico sobre sólido o viceversa,
- Acústico sobre líquido o viceversa,
- Muerto sobre vivo o viceversa…
…y otros muchos más que se me podrían ocurrir, pero como se ve, son todas combinaciones físicas, aunque existen otras de otra índole, abstractas, que posiblemente son las huellas que más intrigan al ser humano.
La huella que produce el dolor sobre el ser vivo, o la que produce el amor. La huella de la razón sobre el ser o la de éste sobre la inteligencia.
Creo que la huella es la señal del matrimonio perfecto entre todas las cosas ya sean animados o inanimados, o acaso no es menos cierto que la huella de un objeto es el objeto mismo que prolonga su vida sobre la materia en que se asienta. No existe pelo que por pequeño que sea no pueda tener su sombra, y es la sombra el pelo mismo en absoluta unión con piedra en que se sostiene.
Si todo esto es así, podríamos afirmar que el hombre es la huella de Dios. Entonces sugiero que cualquier huella producida no es sino la huella de la “Huella de Dios”.
“Caminante son tus huellas las que sigues,
es la luz que te acompaña
o el abismo de tu mirada.
Huellas son tus huellas o
¿No eres tú la huella de tu huella?
Txema Muñoz 1990