Como he contado antes, mi guitarra Arirang Les paul, no era ni mucho menos excepcional, aunque cuplió con la función de adentrarme en mi colección. En el año 1990, con mi primer trabajo remunerado recién estrenado, pensé que podría empezar a pensar en la posibilidad de comprarme una guitarra un poco “mejor”, así que los paseos que solía hacer por las tiendas de instrumentos cambiaron de objetivo. Ya no iba sólamente para ver de cerca esas maravillas, sino que estaba a la búsqueda de una guitarra que sonara en condiciones y que fuera a partir de entonces “mi guitarra”.
Así empecé mi búsqueda. Acudí una conocida tienda de instrumentos del centro de Madrid, a la que solía ir porque era de las pocas en las que se podían ver de cerca instrumentos de alta gama, que de otra forma estaba restringido a verlas en revistas especializadas o a la televisión (que como es obvio, no es lo mismo).
Lo más asequible dentro de las de gama media-alta era optar por una Fender “made in Japan”, pues los precios de una fabricada en USA eran para mí prohibitivos. Por aquel entonces, la prestigiosa marca, había llegado a acuerdos con alguna compañía japonesa para construir instrumentos reduciendo costes. La elaboración estaba en general menos cuidada, pero manenía los índices exigibles por Fender. Además, mis preferencias musicales estban más del lado de Pink Floyd y de que su guitarrista, David Gilmour, usaba generalmente una Fender Stratocaster. Con esa idea me dirigí al dependiente y le dije decididamente.
– Querría una Fender Stratocaster japonesa, de las de la vitrina de la derecha.
– ¿Estás seguro? ¿No prefieres mejor esta otra?
Me dijo poniendo en mis manos una auténtica Gibson Les Paul. Yo no daba crédito, era un sueño inalcanzable. Una guitarra Gibson era lo menos asequible a lo que yo podía aspirar.
– Es preciosa, pero yo no puedo pagar una guitarra como esta. Le dije lamentándome.
– Tú pruébala en esta sala y luego hablamos. No tengas prisa.
Me hizo pasar con ella a un pequeño estudio insonorizado en el que había un amplificador Marshall de válvulas con el cable esperando a ser conectado a una guitarra. Estuve cerca de 40 minutos en aquella sala, la mitad de los cuales, los pasé admirando aquella joya que tenía entre mis manos. El resto del tiempo lo utilicé en probar todas sus capacidades sonoras. ¡Qué sonido! ¡qué comodidad! Caí enamorado de ella al mismo tiempo que sentía un cierto abatimiento al pensar que no estaba a mi alcance.
No dejaba de soñar con tocar algún día una Les Paul por varias razones. Primero por su sonido cálido y lleno de matices, además del “sustain” que sólo una guitarra de cuerpo macizo puede ofrecer, generalmente construida de dos piezas de caoba (de ahí su peso) y una tapa de arce tallada que aporta mayor definición al sonido. Su mástil, también de caoba, está encolado en vez de atornillado como los modelos Fender y presenta un perfil cercano al de una guitarra española, mucho más grueso y cuadrado que el de otras guitarras.
Llamé al dependiente para decirle que era para mí un lujo inalcanzable y que si me podía dejar probar la Fender de la que le había hablado al entrar. Él lejos de hacerme caso, empezó a hablarme del modelo.
– A diferencia del modelo estándar, las especificaciones de la Studio son las mismas que las del modelo Custom: un par de pastillas del tipo humbucker, una 490R en el cuello y una 498T en el puente, un selector de pastillas, y una potenciómetro de tono y volumen por pastilla. El cuerpo de la Les Paul Studio está formado por una base de dos piezas de caoba, de ahí su peso, que le da un timbre cálido y denso, y una tapa de arce tallada, que aporta mayor definición al sonido. El mástil está encolado en vez de ser atornillado como los modelos Fender, lo que aumenta el “sustain” y es también de caoba. El diapasón es de ébano puro.
– Ya, le dije, pero yo no puedo pagar esto.
– ¿Cúanto estás dispuesto a gastarte?
– 75.000 pesetas
– Es verdad que vale más que eso, pero puedes pagarla a plazos.
– Sí, pero ¿el precio?
– 118.000 pesetas por una guitarra que bien sabes que vale el doble. Me dijo con ánimo de convencerme
– ¿Cómo es posible? ¿Se trata de algún modelo defectuoso?
– No, es puro márketing. A primeros de mes, nuestra tienda pone un producto a mitad de precio. Sólo una unidad. Si dos personas quieren lo mismo, sólo lo aprovecha el que primero llega. Cada mes cambiamos de producto, hoy es principios de mes, y no creo que tarde mucho en venderse.